Wednesday, April 7, 2021

Me siento traficante cuando escribo estas letras. Vienen de lejos. Vienen de libros que leí sentada en una plaza, en una alameda, varias fronteras a distancia de aquí. ¿Por qué estoy aquí? ¿tan lejos? Reescribiendo todo lo que perdí con la nostalgia en los dedos. Traficante, porque leo cosas que no son de aquí, que leo en un pantalla mientras alguien me pide, que responda a lo que está pasando aquí. Que aquí está todo. Que aquí estoy yo. ¿Qué le ha pasado al pasado? ¿también está aquí? ¿sí? Pero yo ya no estoy aquí. Traficante del tiempo Traficante de espacios. Aquí, los reescribo a todos, ¿asesina? Aquí todos valen lo mismo. Y muchas veces el presente ¿el presente? es el menos importante.
"Cuando el taller terminó (más tarde de lo usual) me fui con ellos hasta la parada de camiones. Era demasiado tarde. Ya no pasaba ninguno, así que decidimos tomar juntos un pesero hasta Reforma y de allí nos fuimos caminando hasta un bar de la calle Bucareli en donde estuvimos hasta muy tarde hablando de poesía." Nosotros hablamos de poetas. México D.F junio, 2011. Gracias Yareli.
No sé si es verdad, pero en este post
hay un comentario de "Manón Kübler" y no sé si es de la poeta que acabo de descubrir gracias a Venepoetics, pero porque me gustaría que fuera verdad aquí les dejo un poema que encontré aquel día que la leí por primera vez:

Le contó a la inglesa que había abortado. La reacción de la pálida estudiante de periodismo no le sorprendió. Lo que dijo después, sí. No tendría que sorprenderle que ella la envidiara, ¿o sí? No había llegado a entenderla y muchas veces cuando cenaban de repente sentía miedo y no podía verla a la cara. Había algo oculto en sus ojos tristes y verdes, en esa timidez silenciosa tan marcada. No había forma de probar que esa mudez escondiera algo, pero algunas veces cuando le contaba acerca de algún chico que había conocido o algún encuentro en camas ajenas, en su rostro veía esas ganas, esa ansiedad por arrebatarle su lugar, ser ella a la que besaban dentro de un closet o conquistaban en una pista de baile.

Los fines de semana la invitaba a salir. Quería sacarle esa represión, quería arrancarle con mis propias manos esa ansiedad de la cara, pero ella nunca se decidía a acompañarme. Me imaginaba que hacía en la soledad de su recámara y pensaba que era triste no aceptar remediar lo que añoraba debajo de sus sábanas. Aunque hoy, la envidiaba. Prefería esos momentos solitarios bajo la sábanas, a esos encuentros rápidos olvidados gracias a mojitos dulces en restaurantes de música en vivo y repletos de mujeres en busca de alguien con quien rozar las caderas.

Lo sentí al bajar.

No creo que se sienta eso, contradijo la inglesa.

Fue mucha sangre, afirmé

Esa noche

Un momento de ilusión

Procreación

Soledad en salón repleto.

Él entregó y ganó en un momento.

Tú entregaste y perdiste después.

Una entrega dispar, le dijo la inglesa después de la confesión. Seguirás perdiendo. Nunca lo harás igual. El miedo estará ahí. Te dolerá para siempre y él no lo sabrá. No sentirá ese dolor.

Quiero ser como tú.

¿Quieres dolor? Le dije al borde de las lágrimas.

Si viene acompañado de un amor rápido y disparejo, sí.

Tu presencia es como el agua que arrojo al jardín durante el verano. A esa hora cuando el sol me broncea las piernas. El agua se evapora y puedes tocarme toda. En un sólo respiro. La tierra dando vahos. Vapor curativo para mi piel. Yo sólo necesito el agua y pasto, porque sé que estás ahí metido entre la marañas de raíces del jardín. Cultivándote y cosechándote para hacerme feliz. Tan inabarcable, tan de hojas verdes, pasto como tallos de sonrisas. Para quererte necesito el agua, pero que no llueva. No sabría cómo atrapar tu sonrisa con ella.

La mañana que llegó, semana de verano, la casa estaba sola. Las ventanas cerradas. La puerta del patio, también. El calor se había acumulado en las paredes blancas/

negras/

/el olor a mugre de siempre.

Se quedó en el umbral

Esperando,

deseando empaparse de esa casa

Y recuperar ese olor

/esa mugre

esas tardes cuando nadie le decía que la amaba

cuando escribía sobre las paredes

cambiaba el color de la tinta

blanco/ sobre /negro

negro /sobre/ blanco

la oscuridad de sus dedos relucía en el blanco

liberaba el te quiero que no podía regalarle a nadie

el negro no lo aprehendía con su mirada

se le pegaba en su piel

como el verano que ahora habita la casa

la tortura

derrocha jadeos

por la falta de tinta

blanca/

negra

a la casa se la ha comido la poesía

quedan las paredes rayadas para probar que un día fue poeta

el calor de verano

se la quiere comer a ella

pero ella quiere que se la traguen sus letras

ser una pared más

ser poesía

ser la casa

ser lo que queda.

Tuesday, November 29, 2011

Palabrera Otoñal 3




Acentúo el inglés para regalarles presente a los que nacieron aquí y para picarles a los de allá la memoria.
Seguimos acá.
No nos olviden.